viernes, 25 de mayo de 2012

Ojalá Fuera Cierto y Volver A Verte


La profunda pregunta: ¿qué ocurre cuando no estamos ni vivos ni muertos?... Marc Levy intenta responder esta incógnita en su libro, Ojalá Fuera Cierto. Supe de éste gracias a la película de Mark WatersJust Like Heaven del 2005, y nunca me imaginé que el libro fuese muy distinto a su adaptación...


Lauren lleva meses en coma después de haber sufrido un tremendo accidente de circulación. Los médicos la mantienen artificialmente con vida esperando a que un milagro le haga responder, pero el milagro no llega. Por ello, la familia de Lauren pone su apartamento en alquiler y el nuevo inquilino, Arthur, se muda sin más demora. Lo que no se imagina es que se verá obligado a compartirlo con alguien que sólo él puede ver. Y es que en su afán de aferrarse a la vida, Lauren ha conseguido formar parte de la cotidianeidad sin ser vista. Superado el shock de encontrar un fantasma en casa, Arthur convierte a Lauren en el centro de su vida, en su razón de existir. Un amor que no entiende de convencionalismos y que la mayoría no puede comprender.
La doctora Lauren Kline sufre un lamentable accidente debido al cual su cerebro deja de vivir. Después de varios meses, Arthur Ashby la encuentra en su apartamento. Ella le explica que desde hacía seis meses había sufrido un accidente de coche y desde entonces está en coma profundo. Al comienzo, Arthur piensa que aquella mujer está completamente loca, pero luego, de alguna manera confía en ella y cree que es la única persona en el mundo que puede verla, escucharla y palparla. Su confianza va creciendo en un gran afecto, a tal punto de secuestrar su cuerpo para que no la desconecten.


La película Just Like Heaven la había visto muchísimas veces. Me encanta. De hecho yo ya sabía que estaba basada en un libro, pero nunca me atrajo leerlo. Pensé que sería como la película: tal cual una novela rosa. Sin embargo, un día me decidí a leerlo y me sorprendí sobremanera desde los primeros dos capítulos al darme cuenta que no era para nada una novela rosa. Lo que describe a este libro, al igual que su secuela, es el sentimentalismo. Eso es lo que es, no una novela romántica, pero sí una sentimental. Te hace emocionar, enojar, frustrar, ilusionar, sorprender, entristecer, enamorar, estremecer, etc, etc. Hace aflorar sentimientos en cada párrafo.
Además, es una historia sumamente detallista. El autor describe los sucesos debido a su propia experiencia (fue socorrista desde los 18 años y luego arquitecto). Nada más hay que leer el accidente de Lauren para darse cuenta. Levy también incluye, además de escenas médicas, investigaciones policíacas.
Algo que es atrayente es que el autor logra poner un poco de comicidad en los momentos de gravedad y suspenso sin abrumar ni arruinar la lectura.


A medida que la lectura avanzaba, me daba cuenta que no podía detenerme. Este libro engancha como muchos otros  no lo hacen. 


Algunas citas: 
"Quien no sabe compartir carece de emociones".
"La mirada de un niño a veces te hace remontarte tanto en tus recuerdos que es imposible no dar una respuesta a la pregunta formulada".
"Lo que más me sorprendió al día siguiente de su partida fue que los edificios seguían tal cual (...), aparentemente ajenos por completo al hecho de que mi mundo acababa de desaparecer (...). Porque de repente la ciudad había dejado de hacer ruido, como si en un minuto todas las estrellas se hubieran hecho añicos o se hubieran apagado".
"Te diré por qué soy «sereno», como tú dices. Porque no se puede vivir todo, así que lo importante es vivir lo esencial, y cada uno considera «esencial» una cosa".
"Yo estaré esperándote cuando despiertes; puede que seas invisible para los demás, pero no para mí".
"No hay nada más sagrado que la vida, y si se mantiene en contra del sentido común, es una señal que hay que interpretar".
"¿Cuántos son conscientes del privilegio que supone despertar todas las mañanas y ver, oler, tocar, oír y degustar? ¿Cuántos somos capaces de olvidar por un instante nuestras preocupaciones para maravillarnos ante este prodigioso espectáculo? Resulta evidente que la mayor inconsciencia del hombre es la de su propia vida".
"Experimentarás muchos miedos. Lucha contra ellos, pero no los sustituyas por vacilaciones demasiado largas. ¡Piensa, decide y actúa! No tengas dudas; la incapacidad para asumir las elecciones propias genera cierta dificultad para vivir".
Diferencias con la película:

  • Sin ofender a la película y sus creadores, y como ya mencioné, ésta parecía muy fantástica y excesivamente romántica (aunque admito que amo esa película). Me he topado con muchos espectadores que opinan que es cursi. El libro, sin embargo, no tiene una pizca de novela rosa. Es mucho más profundo que eso.
  • Los nombres son cambiados para la película. Arthur Ashby y Lauren Kline se convierten en David Abbott y Elizabeth Masterson.

  • David es viudo en la película, mientras que Arthur no lo es.
  • El personaje que interpreta Dina Waters, la hermana de Elizabeth, y el de Jon Heder, el joven que podía percibir la presencia de Elizabeth, fueron completamente inventados para la película. Por otro lado, la madre de Lauren fue un personaje suprimido, entre otros.
Dina Waters
Jon Heder

  • El secreto de la hermana de Elizabeth con el mejor amigo de David, también fue inventado para la película.
  • En la película, el plan de David de secuestrar el cuerpo de Elizabeth queda truncado, mientras que en el libro, Arthur logra su cometido.


  • Supongo que los productores quisieron poner más intriga con el hecho de que los protagonistas no se pudieran tocar pues, en el libro, Lauren y Arthur sí se sienten, algo que para mí, agrada más.
  • Al final de la película, cuando por fin ellos logran tocarse, Elizabeth recuerda todo lo que vivió con David. También fue algo anexado. En el libro, Lauren recupera sus recuerdos hasta el final de su secuela, Volver a Verte.

Mi calificación:







Ojalá Fuera Cierto puede leerse sin su secuela. Para el final, el autor deja a la imaginación del lector las suposiciones.
Supongo que muchos piensan que es mejor no saber lo que sucede con Arthur Ashby y Lauren Kline. Así pensé después de terminar el primer libro. No quería tener una decepción literaria, no quería que se arruinaran mis perspectivas de la historia. Pero me atreví. Inicié la lectura de 
Volver a Verte.




Arthur, un joven arquitecto californiano, vuelve a Los Ángeles después de pasar una larga temporada en París. Sin embargo, durante todo este tiempo no ha conseguido olvidar a Lauren, el gran amor de su vida que le robó el corazón cuando, a raíz de un accidente, cayó en estado de coma. Gracias a la insistencia y la valentía de Arthur, Lauren siguió viviendo. Cuando vuelve a Los Ángeles el destino hará que se reencuentren y ahora, aun sin tener memoria de conocerlo, será el turno de ella de salvar a Arthur... sólo si lo encuentra a tiempo...
En Volver a Verte, creo yo, se percibe con más evidencia el amor profundo que siente Arthur por Lauren. Sí, yo sé que en Ojalá Fuera Cierto, Arthur la salva de la muerte y es una prueba insuperable del amor, pero en su secuela, el autor se concentra más en describir los sentimientos románticos del protagonista. Aun sabiendo que Lauren no recuerda nada de él, éste la sigue amando aún más fuertemente que antes.


Algo que resulta atrayente en él es que él mismo se describe como un hombre anticuado... y así lo demuestra a lo largo de la historia. 
Lauren: ¿Cree realmente que se puede amar a una misma persona durante toda la vida? 
Arthur: Nunca me ha dado miedo lo cotidiano, la costumbre no es una fatalidad. Uno puede reinventar todos los días el lujo y la banalidad, lo desmesurado y lo común. Creo en la pasión que se va desarrollando, en la memoria del sentimiento. (...) Soy muy anticuado, ¿no? 
Lauren: Lo antiguo tiene su encanto. 
En ambos libros, Lauren se pregunta por qué Arthur es tan sereno y no se toma nada a pecho, por qué no se desespera ni se preocupa como los demás lo hacen. Tiene un temple muy tranquilo y, aún así, hace hasta lo imposible por el amor de Lauren. Además de ser un hombre bucólico.
Su carácter es debido a las enseñanzas que le dio su madre. Él mismo lo dice:

"Ya han pasado muchos años desde que murió, tantos, que dejé de contar los meses sin perder un solo día. Aparece en ocasiones en el instante de la mirada con la que me enseñó a enfocar las cosas, en un paisaje, en un anciano que atraviesa la calle con su historia a cuestas. Surge en un reguero de lluvia, en un reflejo de luz, en el giro de una palabra durante una conversación; mi madre es mi inmortal".

Todo esto me hizo enamorar perdidamente de Arthur. Llegué a la conclusión que Arthur Ashby podría ser el capitán Wentworth contemporáneo pues su amor aumenta a pesar del paso del tiempo. (Al finalizar ambos libros sólo podía pensar: "¡Quiero un Arthur Ashby!... Al menos es más probable encontrar un Arthur que un Wentworth o un Darcy).


Arthur escribe una emotiva carta para Lauren que ella encuentra al final del libro. La última página de ella me hizo llorar sin remedio... 


Algún fragmento de la carta:

»Tú me diste lo que yo no sospechaba: un tiempo donde cada segundo de ti contará en mi vida mucho más que cualquier otro segundo. Yo pertenecía a todos los pueblos, pero tú inventaste un mundo. ¿Te acordarás algún día? Te he querido como nunca imaginé que fuese posible. Entraste en mi vida como se entra en el verano.

Algunas citas:
"(Pienso en ella) un poco por la mañana, un poco a mediodía, un poco por la tarde y un poco por la noche".
"Durante todo este tiempo, algo en mi interior me decía que tal vez estuviera alimentando una ilusión. Que ella era un refugio, una forma de estar tranquilo, porque deseando alcanzar lo inaccesible no se corre ningún riesgo.
"¿Crees en un destino que nos empuja a reproducir los mismos comportamientos de nuestros padres?".
"No imaginaba que se pudiera amar como yo la he amado. Creí en ella como se cree en un sueño. Cuando se desvaneció, yo desaparecí con ella". 
"Aunque hoy viva sin ella, ya no estoy solo, pues ella existe en algún lugar".
"(Ella) ya no forma parte de mi vida, pero forma parte de mí". 
"La belleza de su sonrisa le traía recuerdos felices. ¿Era posible echar a alguien de menos hasta ese punto?".



Mi calificación:











Sólo me resta por decir que quisiera una adaptación cinematográfica más fiel y de ambos libros. 


Ojalá Fuera Cierto y Volver a Verte... libros que definitivamente no se deben pasar desapercibidos. Eso sí, se deben leer con un pañuelo a la mano para enjugar las lágrimas

sábado, 12 de mayo de 2012

Norte y Sur (Declaración de Mr. Thornton)

Norte y Sur de Elizabeth Gaskell es uno de mis libros favoritos, no sólo por ser costumbrista, no sólo por ser de época, no sólo por ser una historia inglesa... Amo esa historia por el simple hecho de ser inolvidable.


La declaración de Thornton, en particular, me estremece por completo. No pondré la declaración original (del libro) pues considero que sería una traición a éste clásico literario. Tal vez arruine por completo a aquellas personas que no han tenido la oportunidad de contemplar las letras de tan magnífico libro, no porque sean terribles, sino porque, una vez iniciada la lectura, la expectación por leer la declaración en cuestión se aplaque.
De modo que en esta entrada rememoraré los momentos de su adaptación. Son escenas realmente apasionantes y profundas, llenas de tensión, y que, en parte, son fieles al libro. Sé que persuadirán a más de uno a leerlo.


____________________________



Señor Thornton: No me había dado cuenta del color de esta fruta. Me temo que ayer fui muy desagradecido.


Margaret: No tiene nada que agradecerme.


Señor Thornton: Creí que tenía que hacerlo.


Margaret: Hice lo mínimo que cualquiera hubiera hecho.


Señor Thornton: Eso no puede ser verdad.


Margaret: Lo es, después de todo, era responsable de que se pusiera en peligro. Habría hecho los mismo por cualquier hombre.


Señor Thornton: ¿Cualquier hombre? ¿Es que aprueba la violencia? ¿Cree que tuve lo que me merecía?


Margaret: ¡No, por supuesto que no! Pero ellos estaban desesperados. Sé que si fuera a hablar con ellos...


Señor Thornton: Lo olvidé. Se imagina que son sus amigos.


Margaret: Pero si fuera, sería lo razonable...


Señor Thornton: ¿Yo? ¿Está diciendo que no soy razonable?


Margaret: Si hubiera hablado con ellos y no enviado a los soldados, sé que ellos...


Señor Thornton: Ellos tuvieron lo que merecían.




El Sr. Thornton hace una pausa y decide cambiar de tema drásticamente...


Señor Thornton: Srta. Hale, no sólo he venido a darle las gracias. He venido porque... Creo que... nunca me he encontrado en una posición como ésta antes. Es difícil encontrar las palabras. Srta. Hale, mis sentimientos hacia usted son muy fuertes.


Margaret: Por favor, pare. Por favor, no siga.


(¿Especie de Déjà Vu?)


Señor Thornton: ¿Perdone?


Margaret: Por favor, no continúe por ese camino. No son las formas de un caballero.


Señor Thornton: Me doy por bien enterado de que a sus ojos no soy un caballero. Pero creo que merezco saber por qué soy tan ofensivo.


Margaret: ¡Me habla como si fuera su deber rescatar mi reputación!


Señor Thornton: ¡Le hablé de mis sentimientos porque la amo! No he pensado en su reputación.


Margaret: ¿Cree que porque usted es rico y los recursos de mi padre muy pocos me puede tener como una posesión? ¡No esperaba menos de un comerciante!


Señor Thornton: ¡Yo no quiero poseerla! ¡Deseo casarme con usted porque la amo!


(Al decir lo anterior, Richard Armitage adopta una expresión facial de angustia y desespero que hace verlo tierno y encantador. Sólo mi opinión...).


Margaret: No debe, porque usted no me gusta y nunca me gustará.


Ambos guardan silencio... silencio que da a entender que Margaret golpeó fuertemente a Thornton con sus palabras.




Señor Thornton: Hace un minuto hablábamos del color de la fruta... al siguiente, de amor.
¿Qué ocurre?


Margaret: Mi amiga, Bessy Higgins, se muere.


Señor Thornton: Y eso, por supuesto, también es culpa mía.


Otro silencio corto.


Margaret: Lo siento.


Señor Thornton: ¿Por qué? Porque encuentre mis sentimientos tan ofensivos o que asuma que solo soy capaz de pensar en términos de compraventa y disfrute enviando a mis empleados a una temprana tumba.


Margaret: ¡No! No, por supuesto que no. Yo... siento ser tan poco clara. No sé... cómo rechazar. Cómo responder cuando un hombre me habla como usted lo ha hecho.


Señor Thornton: ¿Hay otros? ¿Le ocurre todos los días? Claro, debe de haber desilusionado a muchos hombres que le ofrecieron su corazón.


Margaret: Por favor, entienda Sr. Thornton...


Señor Thornton: Lo entiendo. Lo entiendo perfectamente.


Abre la puerta y se marcha, dejando atónita a Margaret.




Quedo en deuda con una reseña del libro...

domingo, 6 de mayo de 2012

A mi Infancia

¡Cielos! Hace ya bastante tiempo que estoy ausentada del editor de entradas. He tenido varias empezadas pero ninguna terminada... la escasez de tiempo e inspiración me agobian. Creo que decir "lo siento" es demasiado monótono en mi morada, pero nunca está de más. Dispensenme, queridos lectores, pues no les he dado la justicia debida.

Del mundo bloggero no puedo decir que he estado alejada pues siempre hago lo posible por admirar las entradas de cada uno de mis amigos virtuales y, si me queda la posibilidad, dejo un comentario en ellas. Debo decir que con ese asunto sufro bastante pues, desde que abrí esta morada, se me dificulta ser mujer de pocas palabras. Pienso que dejar un comentario excesivamente corto es muestra de frialdad y falta de afecto... no se le da a la entrada correspondiente la trascendencia que merece ni el agradecimiento por el esfuerzo hecho. Sin embargo, al fin y al cabo, mejor es dejar un comentario corto y sustancial que no dejar nada en absoluto.


Hoy hice un esfuerzo por compartir algo con ustedes, estimados lectores, algo que tiene mucha importancia para mí... mi infancia.


Hace casi un año publiqué dos entradas en las que contaba mi anhelo por volver a ser niña, además de los libros y películas que marcaron mi niñez. Desde que redacté aquellas entradas he sentido la nostalgia de ver a la infancia darme la espalda. Muchos de mis amigos presenciales me dicen seguido: "¿Por qué te preocupas? Si de verdad lo deseamos, el niño que somos en el interior existirá por siempre". Yo les respondo: "Tienen razón. ¡Pero jamás será lo mismo que ser un niño de verdad!". Y es así. ¿Acaso no recuerdan la felicidad que sentía cada uno cuando eran unos infantes? Puede que ahora seamos felices como adultos, a nuestra manera y en cierto sentido. Pero yo digo que tal felicidad no llega ni a los talones de la infantil. 


Cuando eramos niños, nuestro amigo se enfadaba con nosotros porque no le prestábamos nuestras muñecas o carritos. Alguno de los dos cedía. El punto es que al poco tiempo volvíamos a ser amigos. ¡La amistad no moría!


O tomemos por ejemplo, los problemas de nuestros padres. Si ellos tenían dificultades de cualquier tipo, la mayoría de esos no nos lo llevábamos a pecho... no tenían importancia, por lo menos no la que le dan los adultos.


Algo que sí tenía trascendencia eran los juegos. Aún recuerdo estando hasta las 7 de la noche en el parque y mamá tenía que llamarme a mí y mis hermanos para  cenar. 
Me encantaba jugar a las escondidas. No sé si muchos hacían lo mismo que yo: me paraba detrás del que tenía que contar hasta cien. Cuando terminaba su cuenta, lo sorprendía tocando la pared gritando "¡1, 2, 3 por mí!". Siempre me decían que era trampa, pero yo terminaba ganado la discusión después de todo. También me encantaba el suspenso y la intriga que sentía cuando estaba escondida y era la que faltaba por ser encontrada. No me gustaba mucho tener que "salvar la patria para todos mis amigos".


Amaba jugar al El Puente Está Quebrado, El Gato y El Ratón y El Teléfono Roto. ¿Quién alguna vez no disfrutó de estos juegos infantiles?


Con esto, no pretendo dar otra impresión. No me malentiendan, amo la actualidad. Mis padres  me enseñaron, a pesar de las circunstancias, sean favorables o no, a disfrutar de lo bueno de mi vida. Pero es inevitable extrañar mi infancia... mi amada infancia. 


Últimamente he tenido una inclinación poética más de la común. Aprovechando tal inclinación, decidí escribir un poema a la infancia que deseo compartir con mis lectores. Como siempre, desearía saber su valiosa opinión. Espero que les guste:


Infancia

Oh, niñez, ¿por qué tan prontamente te alejas de mí?
Mi corazón llenaste de alegrías por minutos, meses, años...
Pero sin avisarme, un día te alejas de mi vida.

Oh, infancia, ¿por qué tan prontamente de mí te alejas?
Fuiste como la tenue luz de la luna, oh, efímera amiga:
Digna de contemplación
Y en su ausencia, merecedora de ser añorada.

Niñez apresurada y ligera,
Junto con la mochila, los lápices
Y los columpios te aíslas de mi vida,
Mas en mí dejas el continuo sollozo.

¿Por qué te marchas así, oh niñez?
Sin una palabra, sin un aviso,
Sin una señal, sin una mirada...
Te distancias mientras en mi alma aún estás.

Hermosa e inolvidable alegría diste a mi vida, oh infancia.
Algo dime para causar tu disuasión de abandonarme
En la solitaria e introvertida adultez.

Querida y juguetona,
Una marca en mí has dejado
Y me acompañará por siempre jamás.

El sentimiento de recordar aquellos tiempos fantásticos e irrepetibles es indescriptible, pero no es tan maravilloso que vivirlos. A veces fantaseo imaginando que soy Wendy  y Peter Pan llega a mi ventana invitándome a girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer hasta llegar a Nunca Jamás donde el mundo adulto no existe..., solo hay espacio para las risas infantiles.



Ojalá los niños actuales no desearan tanto crecer cuanto antes para ser adultos porque, aunque yo no sepa oficialmente lo que es ser adulto en toda su esencia, sí sé que nada supera la felicidad de la infancia.

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